El caballo es un animal que desde hace siglos ha estado muy ligado a Córdoba. Esa relación quedaría sellada cuando Felipe II, aprovechando su presencia en Córdoba allá por 1570 para seguir de cerca el conflicto de los moriscos sublevados en las Alpujarras, ordenó la creación de unas Caballerizas Reales. El objetivo era que en ellas tuvieran acomodo y se mantuviera la pureza de raza de los magníficos ejemplares de los caballos andaluces que se encontraban en las riberas del Guadalquivir. Para dar cumplimiento a la orden del rey se construyó un magnifico edificio que, con el tiempo, sería declarado Patrimonio Nacional. La obra impresionó a Federico García Lorca que la denominaría como «catedral para los caballos».
En el caso de algunos de los grandes personajes de la historia -también algunos de los grandes personajes de ficción- conocemos el nombre de sus caballos. Así ocurre, por ejemplo, con Alejandro Magno, cuyo caballo se llamaba ‘Bucéfalo’ y, según se decía, sólo él podía montarlo. Otro caballo famoso fue el que tuvo Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid Campeador. Ese caballo, según está registrado en el Cantar de Mio Cid, se llamaba ‘Babieca’. En el campo de la ficción nos encontramos con que el caballo de Don Quijote era ‘Rocinante’. Si ‘Bucéfalo’ y ‘Babieca’ eran poderosas monturas que llevaban a sus jinetes a la batalla, ‘Rocinante’ era un jamelgo que encajaba en el perfil que Cervantes otorgó al hidalgo manchego.
Los caballos fueron llevados a América por los españoles y provocaron, al menos en un primer momento, verdadero terror entre los indígenas cuando en el campo de batalla veían a los españoles montados sobre ellos. Esa circunstancia nos lleva hasta otro de los grandes personajes de la historia. Nos referimos a Hernán Cortés, el conquistador del imperio de los mexicas -algunos quieren presentárnoslo como un genocida, aunque si fuera, pongamos por caso, de nación inglesa sería considerado un gran benefactor de la humanidad, al haber acabado con los terribles sacrificios humanos que los sacerdotes de aquel imperio llevaban a cabo arrancando a sus víctimas el corazón, todavía palpitante para ofrecérselo a sus dios-, que montaba, en la llamada Noche Triste, un corcel de los que habían llevado y fue gracias al brío del animal por lo que el conquistador español pudo salir con vida de aquel duro trance. Hay diferentes versiones sobre el nombre del caballo que montaba Cortés en aquel momento. Unos afirman que se llamaba ‘Arriero’, otros ‘Molinero’, algunos dicen que ‘Morcillo’. Hay, en fin, quien sostiene que el nombre del caballo era ‘Cordobés’.
Está documentado que Hernán Cortés trajo consigo ese caballo cuando, años después, regresó a España. El conquistador español falleció, en 1547, en una casa palacio de la localidad Sevillana de Castilleja de la Cuesta. Esa casa palacio, avanzado el siglo XIX (1855), fue adquirida por Antonio de Orleans, duque de Montpensier, y en 1889 se convirtió en convento de las monjas irlandesas, que establecieron allí un colegio. En su patio hay una lápida en la que puede leerse ‘Cordobés’. En Castilleja se afirma que dicha lápida indica el lugar donde fue enterrado el caballo que permitió a Cortés salir con vida de la Noche Triste.
(Publicada en ABC Córdoba el viernes 14 de octubre de 2022 en esta dirección)